Básicamente el experimento consiste en apagar un robot tecleando una secuencia en un ordenador. La complicación es que la criatura mecánica tiene rasgos humanos, hace gestos, habla y te suplica amablemente que no lo desconectes. En este experimento llevado a cabo por Bartneck, van der Hoek, Mubin y Mahmud se concluyó que los voluntarios tardaban más del triple en apagar al robot si era amable e «inteligente» (34 segundos) frente a cuando era irascible y no mostraba signos de inteligencia (11 segundos).
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