Desde lejos parece una bolsa de plástico arrastrada por el viento que se ha quedado enredada entre los árboles (un elemento decorativo más del entorno del río); pero cuando se acerca la vista se descubre un gato blanco tiritando de frío encaramado en una rama. Más cerca se aprecia que, junto a él, hay otros dos: uno negro y otro amarillo. Y si la mirada sigue recorriendo la zona, un poco más lejos y casi escondidos, aparecen varios felinos más de distintos colores y tamaños. Hasta una decena se llegan a contar.
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