Seres monstruosos de piedra; caras con colmillos amenazantes al final de largos cuellos, garras afiladas que se extienden hacia el cielo como advertencia en contra de comportamientos no adecuados. Leones, dragones, serpientes y otras criaturas cuelgan de los frisos de decenas de iglesias, catedrales y edificios a lo ancho de Europa, y algo menos en el resto del mundo, dándole un toque maléfico a lo que, en mi opinión, deberían de ser monumentos a la esperanza y el júbilo.
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