El desplome demográfico sufrido por la población indígena del Nuevo Mundo en el siglo XVI, que alcanzó porcentajes de entre el 85% y el 95% según la zona (más en la costa que en el interior), obligó a recurrir a esclavos de forma habitual para asegurar la mano de obra a partir de 1532. Al principio se recurrió a las capitulaciones, acuerdos negociados con un beneficiario que sustituían a las previas licencias individuales. En 1552 se firmó una a Hernando de Ochoa, cambista y prestamista de la corte, para pasar 23.000 esclavos en 7 años.
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