De nada servirá la bajada a los infiernos si no somos capaces de purgar todo lo que nos ha llevado al mismo. Una catarsis social, económica, política, axiológica. Esta vez todo debe cambiar para que definitivamente cambie. No más engaños, no más principios ni príncipes de Salina y su Lampedusa. España ha llegado al borde mismo de un precipicio donde espera el abismo. El infierno real, no el de Dante Alighieri.
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