Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, amaneció con un grito que sonaba a primavera árabe: “Kabila dégage” (Kabila, lárgate), pero lo que se había anunciado como una manifestación pacífica, muy pronto degeneró en una auténtica carnicería. Los antidisturbios respondieron con gas lacrimógeno y finalmente con fuego real contra los manifestantes. La oposición del país eleva la cifra de víctimas al menos a 50 mientras el Gobierno congoleño solo reconoce 17 muertos, entre ellos tres policías.
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