Las llamas se anunciaron por primera vez en Avilés allá por 2012, con una imagen donde varios libros chamuscados revoloteaban alrededor de una silueta desnuda. Se trataba de un cartel, nacido de los mismos pinceles de aquel Enrique Corominas que ilustró cantares de hielo y fuego, que funcionaba como advertencia: algo estaba a punto de ocurrir en esa ciudad portuaria. Algo que se presentaba en sociedad vistiendo nombre provocativo al honrar, trasladando el título a la escala de nuestros termómetros, a una popular novela de Ray Bradbury en la que
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