Las potencias occidentales han utilizado durante más de un siglo a los extremistas islámicos para combatir en los países musulmanes a las fuerzas políticas seculares consideradas una amenaza para sus intereses geoestratégicos y económicos, pese a que esos extremistas eran aún mucho más hostiles a Occidente. El islam se utilizó también como arma contra los partidos marxistas y comunistas. El Gobierno británico utilizó a lo largo del siglo XX a los extremistas islámicos para promover sus objetivos internacionales.
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