Fue uno de los mayores estafadores de la historia del fútbol. Usando su encanto y sus trucos como armas, consiguió que los principales clubes brasileños le contrataran. Era delantero y, en 20 años de carrera, jamás marcó un gol. Después de firmar un contrato admitía que no estaba en forma y pedía un par de semanas de entreno físico. Después, el primer día de entreno real, chutaba una pelota tan lejos como podía y se ponía a gritar, simulando una lesión. Mientras estaba de baja, se ganaba la confianza de los otros futbolistas.
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