Cuando los vecinos vieron al carnicero tirando la fachada de su establecimiento, pensaron que estaba renovando el negocio. En realidad, lo estaba reduciendo a escombros para que nadie rentabilizara su inversión. Ocurrió hace casi un mes en el barrio de Artaza, en Leioa. Poco después de recibir una orden de desahucio, Carlos sacó la maquinaria y sus enseres, cogió una maza y ya no paró.
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