A Elba y a Celina las remató en 1989 un soldado de nombre Jorge Alberto, huido para siempre tras la masacre. Todos los demás se quedaron. Incluido Montano, hasta que en 2001 se fue a Boston, donde trabajó en una fábrica de caramelos. «Se hace justicia porque se establece la verdad». La verdad: el crimen fue terrorismo de Estado dirigido contra quienes promovían el diálogo de paz, decidido por el alto mando del Ejército, ejecutado por el batallón Atlácatl, entrenado por Estados Unidos en las artes del exterminio y la tortura.
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