Hace cincuenta años, desde la villa de El Unicornio, a unos kilómetros de Roma, se lanzaba Momo, un libro que sería la consagración de su autor, un escritor alemán que había dejado su país porque no estaba de acuerdo con las corrientes literarias del momento. Se trataba de Michael Ende, Mijael Ende. Hijo de un pintor surrealista de renombre, Edgar Ende, Michael, nacido en 1929, pasó su infancia en el taller de su padre absorbiendo los colores, los olores, las imágenes y la simbología que más adelante plasmaría en sus libros.
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