Algo ocurrió esta semana, pero se me escapa qué. No entiendo nada sobre todo lo que se escribe y se dice alrededor del Gran Colisionador de Hadrones (LHC, sus siglas en inglés). Y me entró una gran felicidad; una felicidad sin argumento. Me sentí como los perros, que empiezan a mover la cola y a ladrar cuando ven a sus amos reírse de un chiste verde.
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