El cerebro tiene razones que la libido no entiende y cuando los furores uterinos se han calmado, escuchar ciertas barbaridades (tanto en contenido como en continente) hacen que el cerebro de los más sensibles lingüísticamente hablando cortocircuite. Así le pasó a Marcela, que además de descubrir que su rollo de una noche era un auténtico capullo, por si fuera poco, también era laísta.
|
etiquetas: laísmo , relato ortográfico