Antes de venir a Donostia, mi madre vio un documental sobre estudiantes de Eramus en España. Recuerdo que me llamó súper-asustada diciendo que no quería imaginarse que me fuese a venir acá a drogarme, a beber como un vikingo y a follar cual animal con un sinnúmero de rubios con acentos exóticos. Le contesté que claro que no, que mi viaje tenía como propósito último la exploración de la fascinante cultura vasca. En ese momento, claro que mi respuesta fue mentira. En el fondo de mí sabía que venía a vivir un bacanal de 6 meses.
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