Todos los alpinistas que lo son de verdad están de acuerdo: el Everest ya no es lo que era. Hasta la década de 1980, escalar el Everest aún significaba una gesta. Hoy, cuando más de cien expediciones alcanzan cada año la cumbre, lo que antaño representaba una hazaña épica se ha convertido casi en un logro vulgar, cuando no en un circo mediático. Millonarios caprichosos pagan sustanciosas sumas para que un equipo de montañeros les lleven hasta la cima. El problema de la basura acumulada a lo largo del trayecto de ascenso se agrava sin cesar.
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