En lo referente a las hojas, podían estar destinadas a herir de filo y punta, o solo de punta. Éstas últimas, según Leguina, debían tener el ancho de un dedo meñique, con una sección cuadrada, triangular o rectangular, y dotadas de una gran elasticidad. Eran las conocidas como verduguillos, y tenían una longitud mínima de cinco palmos, o sea, 105 cm.
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