El pasado mes de julio, el Congreso decía ver necesaria la implantación de una ley de huelga, “pero no en caliente”. El problema está que en frío nadie se acordará de ella. A 32 años de democracia me remito. Pero las cosas se ponen algo más complicadas cuando una de las dos partes empieza a realizar acciones no planteadas en ninguna regulación. El problema empieza cuando durante el transcurso de una acción normalizada en la Carta Magna como lo es la huelga empiezan a cometerse actos que se salen de lo acordado entre sindicatos y Gobierno.