En menos de 48 horas de silencio, los pájaros son capaces de modificar su lenguaje y comunicarse sin la angustia de no llegar al otro, de no ser oídos. Hoy, en la escalera de mi casa –que da directamente a un trigal- he encontrado sentado a un zorro que en mi poca atención he confundido con un gato hasta que se ha desperezado, desapareciendo sin prisa en dirección al bosque. Desde que el virus nos encerró, el exterior se ha quedado huérfano de ruido y ha muerto temporalmente la amenaza. Los animales son más ellos mismos.
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