No sé si estaréis de acuerdo conmigo en que uno de los momentos más molones de la serie de televisión Breaking Bad es el que el apocado Walter White exige a un narcotraficante que diga su nombre en voz alta. "Di mi nombre". A lo que el narcotraficante tiene que responder Heisenberg, que no es el nombre de White, sino su pseudónimo, su alter ego, la invocación de la bestia. Y es que nuestro nombre no solo nos desgina, también nos define y delimita hasta límite psicológicos insospechados.
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