En sus memorias, Tolstoi hacía esta reflexión sobre el paso del tiempo: "Del niño de cinco años hasta el que ahora soy, no hay más que un paso. Del recién nacido al niño de cinco años, una distancia que espanta. Del embrión al recién nacido, un abismo. Y del no ser al embrión ni siquiera un abismo, sino lo inconcebible" La idea es que una cosa es el tiempo objetivo, el que mide el reloj, y otra nuestro tiempo subjetivo, medido por los acontecimientos de nuestra vida y por nuestra sensación de “haber cambiado”.
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