El umbral de resistencia al encabronamiento en España alcanza ya cotas de mansedumbre orteguiana, ilimitada y lanar. Pero no somos culpables: cuando te estás enfadando por una “cosa”, aparece otra enseguida que te quema aún más y luego otra que tapa a la anterior. Y al final, ya no te acuerdas de por qué estabas indignado al principio y te quedas traspuesto en el sillón, oyendo el ronroneo informativo que narra la descomposición del país con el mismo traqueteo repetitivo y adormecedor de las etapas ciclistas en las sobremesas veraniegas.
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