Hay quien se siente muy orgulloso de haber nacido donde nació. Se trata, supongo, de un orgullo por delegación, porque el nasciturus suele carecer de capacidad de decisión y nace donde le nacen. Hay gente, pues, orgullosa de que su madre pariera donde lo hizo y en el momento en que lo hizo, y de que le enseñaran las primeras palabras en tal idioma o tal otro. No es nada nuevo. Los romanos adoraban a los «lares», los dioses de la familia y el terruño, antepasados remotos y benévolos; bien mirado, esa era una religión más sensata.
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