A Luc Besson el cine le debe mucho. Sólo por haber encontrado a Natalie Portman habría que estar agradecido al director francés. Él fue el que descubrió a la actriz y la convirtió en una Lolita con tintes de asesina en El profesional (León). Antes ya había dado muestras de su buen hacer en el cine de acción con Nikita, y tres años después, en 1997, rompió las fronteras entre Hollywood y el cine europeo con El quinto elemento, una superproducción francesa (con parte de dinero yanqui) con actores internacionales y una factura que quitaba el hipo.
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