Si montásemos en un avión, veríamos el mar de un maravilloso azul oscuro, plano y en calma. Si volásemos en un ala delta, en el mar aparecerían todo lo más unas manchitas blancas. La espuma de alguna ola que va a romper. Sin embargo, una vez en una playa cualquiera, a la orilla del océano, comprobaríamos como esa aparente calma se transforma en grandes olas, que rompen con estruendo...
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