De toda la vida de Dios ha habido chulos de barrio y macarras de discoteca. Ya se los veía venir en el patio del colegio: eran aquellos que le quitaban a uno el bocadillo de un sopapo si no se lo daba al primer requerimiento. Ya podía el pardillo en cuestión morirse de hambre que, desenvolver el papel de plata y tener frente a él al gallito de corral reclamando lo que no era suyo, era todo lo mismo...
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