La construcción del ferrocarril de Canfranc no deja de ser una gesta que, con interrupciones y retrasos, se alargó durante 75 años. Dimes y diretes entre políticos de España y Francia impedían una y otra vez abordar el proyecto. Una vez que las máquinas lograron horadar la mole pirenaica y abrir un túnel (Somport) para comunicar a los habitantes de los dos países, la estación se hizo carne. El constructor vizcaíno Domingo Hormaeche culminó el proyecto de uno de los edificios ferroviarios más bellos del mundo.
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