No hace falta recluirse en la solemnidad de las Cortes para darse cuenta de lo que es evidente con solo asomarse a cualquier rincón de las Españas. El Estado de la Nación es, en realidad, el Estado de la Indignación. Y solo para comentar eso no hay necesidad de retrasar las no merecidas vacaciones de los culpables: políticos en general y Gobierno en particular.
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