"Era tal el caos que pude salir yo mismo de él", indica. Y la muchedumbre siguió pegándole, "no todo el mundo, había gente que me miraba y no hacía nada", aclara. Todo cambió con la aparición de un iraquí "que no vestía de occidental como es costumbre allí, llevaba túnica pero aclaro, no era un clérigo como se ha dicho en alguna ocasión". En definitiva, un desconocido que se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. "A partir de ese momento deja de haber violencia y un taxista se ofreció a llevarme a la ciudad, como hizo"
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