Hay una ley no escrita en el periodismo español según la cual la vida íntima de un político, siempre que no encubra delitos o conductas irregulares, nunca es noticia. Al menos en la prensa seria. Y esa salvaguarda ampara, especialmente, las relaciones sentimentales de la clase dirigente. Pero ese código deontológico salta por los aires cuando la esfera privada colisiona de lleno con los intereses públicos
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