Se corría el Tour del año 1992, y Miguel Indurain comenzó su etapa contrarreloj seis minutos más tarde que la estrella francesa, el eterno guerrero irreverente Laurent Fignon. Seis minutos, la pausa para fumar un cigarro en el trabajo. Un mundo entre dos grandes del ciclismo. La crono perfecta. La mejor de todos los tiempos. Indurain terminaría doblando a Fignon y ganando la ronda gala, pero algo se partió en los corazones de los franceses.
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