A poco de andar el siglo XXI, las pistas son esclarecedoras. Ya nadie se llama a engaño. La crisis ha sido una buena excusa para desarticular el pobre Estado de bienestar que acompañó el llamado milagro español, que –todo hay que decirlo–, era más paternalista que afincado en políticas keynesianas de redistribución de la renta y pleno empleo.
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