Sobre una de las lápidas del prestigioso cementerio de los Reyes en Ginebra están grabadas estas tres palabras: “Ecrivaine, peintre, prostituée” y, entre paréntesis, dos años: 1929-2005. En la sepultura reposa Grisélidis Réal, rodeada de otros muertos lustres, como el escritor Jorge Luis Borges y el teólogo protestante Juan Calvino. Justo ella, la puta anticalvinista, que deseaba permanecer bien lejos de la “terrible religión judeocristiana y su noción hedionda del pecado”.
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