Andrés López de Larrucea, nacido en un caserío próximo a Gernika, perdió la visión por completo a los 7 años. Estaba jugando con un hermano a explotar botes con cal cuando la sustancia alcanzó a ambos niños en los ojos. Su hermano se salvó tras mucho lavado con vino. Pero Andrés perdió por completo la visión. A partir de entonces, Andrés empezó a fabricar albardas para burros, pero era más conocido por otras dos habilidades. La primera era bastante habitual entre los invidentes de la época: la de afinador de acordeones.
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