El viernes por la noche decidí actualizar a IOS 13.1 el Iphone 7 que llevaba a mi servicio desde hace unos 4 años. Al terminar la actualización, la pantalla se quedó negra con una manzanita blanca en el centro...y así sigue hoy. Lo llevé a un informático que me comunicó su muerte y la consiguiente necesidad de comprarme otro, cosa que haré el lunes.
Llevo sin móvil desde el viernes por la noche hasta este momento, y contra todo pronóstico lo estoy viviendo como una liberación. Os cuento: yo soy uno de esos especímenes que toquetean el móvil constante y compulsivamente buscando una vía de escape para su ansiedad. Pinchando en meneame, redes sociales, whatsapp...decenas de veces por hora. Cuando lo hago, soy consciente de que no busco nada en concreto, sino liberar pequeñas porciones de estrés en cada tecleo y omitir pensamientos negativos durante esta acción.
Pues bien, durante estos 2.5 días he descubierto que el uso compulsivo del móvil genera mucho mas estrés del que ya tenías. Cada vez que me ha venido una de las infinitas pequeñas explosiones de ansiedad que tengo durante el día, he ido a echar la mano al bolsillo, me lo he encontrado vacío...y me he dado cuenta de que se aliviaba escuchando los sonidos que me rodeaban, mirando al cielo o cerrando los ojos y poniendo la mente en blanco todo lo que me era posible. Y funcionaba bastante bien. Mucho más que el móvil.
Y es que el móvil, tal y como lo usamos demasiada gente, esclaviza y enerva triplemente. En primer lugar, realizar una compulsión estéril como meterte infinitas veces en las mismas paginas, genera nerviosismo y malestar no sólo porque te des cuenta de que estás malgastando tu tiempo como un estúpido, sino porque implica una cadena de acciones continua y a alta velocidad que dispara los nervios de cualquiera, multiplicando los que ya tenías.
En segundo lugar, porque te coloca bajo un gran ojo (y miles de pequeños ojos) privándote de tu espacio. Cada whatsapp que recibes, cada mensaje de "te veo en línea ¿Por qué no me contestas"...te coloca en la situación de verte observado por gente (clientes, amigos...) gran parte de los cuales exigen de ti una respuesta inmediata y se molestan si no se la das. En el fondo es un aviso sobre una realidad aún peor: la geolocalización que permite a gente poderosa (no sabemos cuánta) saber dónde estás en cada momento mediante tu móvil. Todos necesitamos nuestro espacio libre de las miradas, voces y exigencias del resto del mundo. Y con el móvil encendido es muy difícil obtenerlo. Sin ese espacio, el bienestar es imposible y el estrés se multiplica.
Finalmente, gran parte de los que usamos el móvil para nuestro trabajo continuamente, nos sentimos atados a éste en nuestro supuesto tiempo libre cuando el móvil está encendido. No son sólo los clientes que, por falta de educación y tacto, te mandan mensajes o te llaman en sábado o domingo (y que encima se molestan si no les contestas hasta el lunes). Son los recuerdos ligados a la vorágine del día a día laboral que encuentras en el móvil cada vez que te metes en el correo y ves una sentencia que la procuradora de turno te envió el viernes o un aviso de que tienes nuevas notificaciones en lexnet. Es como pasar tu tiempo libre en la habitación donde trabajas semanalmente.
Por todo esto, cuando me quedé sin móvil pensé que sufriría un notable síndrome de abstintencia...pero lo que estoy experimentando es una gran liberación. El lunes (lamentablemente) volveré a tenerlo y me esforzaré por usarlo para lo estrictamente imprescindible. Mientras tanto, seguiré disfrutando de pequeños placeres como pasear por mi ciudad mientras imagino que estoy en el siglo XIX, en la catedral de San Pablo de Londres una noche de año nuevo cantando esta hermosa canción
Y todo ello con la tranquilidad de saber que no seré molestado por las vibraciones de la más moderna tarjeta de identificación y localización de reclusos que todos llevamos con nosotros.