Su nombre es Laszlo Toth y si bien éste suele ser olvidado, su osadía —considerada por la mayoría como un atentado al patrimonio artístico y por otros menos una hazaña— ha pasado a la historia y es recordada con horror por muchos. Una tarde de 1972, Laszlo se coló a la Basílica de San Pedro y con un martillo comenzó a golpear la Piedad del Vaticano de Miguel Ángel, una de las piezas escultóricas más icónicas del renacentista, así como del recinto que la alberga.
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