En éstos impíos días que corren, la ignorancia acostumbra a verse de forma equivocadamente peyorativa, cuando en realidad prácticamente sólo tiene virtudes. Porque, queridos feligreses, ya iba siendo necesario éste sentido alegato en defensa de la ignorancia. Es gracias a ella, que la mente humana carece del criterio necesario para distinguir lo absurdo de lo razonable, actuando de catalizador en la búsqueda de explicaciones mitológicas y místicas tanto para los fenómenos más cercanos como para las grandes dudas trascendentales.
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