Florencia, capital de la Toscana, es considerada la cuna del renacimiento, la etapa oscura del arte gótico y especialmente del románico en Italia dejaba paso a un extraordinario florecimiento todavía patente a día de hoy cuando paseamos por sus calles. Se había iniciado el camino hacia la luz y con él numerosos artistas de renombre plasmarían sus obras por todos los rincones de la ciudad. Pero hay una obra que destaca sobre las demás y que serviría de nexo entre ambos estilos cambiando por completo la percepción artística que había en Europa.
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