Cuanto más se agrava la crisis, más evidente resulta la escandalosa falta de liderazgo político y moral de la sociedad catalana. Si Catalunya no reacciona, se arriesga a un hundimiento de dimensiones imprevisibles, porque la debilidad ya no afecta sólo a los políticos, sino que se ha extendido a las organizaciones sociales y muy especialmente a algunas élites económicas y sociales, que han dado la espalda al país y rehúsan colaborar en el esfuerzo colectivo para salir de la crisis.
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