«Era la escuela de la calle. Y para la gente que no éramos chavales de la calle, sino pijos, niños bien, eso nos enseñó a vivir una mezcla estupenda. Gente sobre la que no conocíamos nada. Hijos de republicanos, los llamados hijos de los rojos, gente estupenda que no tenían ni cuernos ni rabo ni nada. En nuestro mundo nos habían enseñado que eran como demonios, pero para ti eran chavales con las mismas ilusiones, o más que nosotros, que entrenaban contigo. El atletismo nos brindó una formación fantástica»
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