Pasados los años, habría que preguntarse si algunas de aquellas jotas que en su día se entonaron, nacidas de la improvisación y el ansia revolucionario, serían en la actualidad el salvoconducto ideal para darse una vueltecica por la Audiencia Nacional. Corren malos tiempos para andar tentando los límites de la libertad de expresión; esa delicada frontera que separa el chiste zafio de lo punible, la simple ocurrencia de la querella.
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