Lo que hemos aprendido a creer desde siempre –seguramente sin convencernos totalmente de ello-, el cuento de La bella y la bestia, cuya moraleja nos enseñaba que la verdadera belleza está en el interior, es falso, prueba de ello es la generalizada obsesión por el aspecto físico. La percepción de la belleza está condicionada genéticamente y depende del desarrollo hormonal desde las fases más tempranas de la gestación, incluso en los primeros meses de vida ya sentimos atracción por los rostros que consideramos dentro de una normalidad
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