Seis millones de desempleados. Un agujero de deuda desorbitado. Un sistema financiero casi quebrado. Un país poco industrializado. Un modelo dantesco de estado. Otro modelo, el educativo, enfangado. Un mercado de trabajo parado. Un sistema electoral burlado. Un bipartidismo pactado. Unos electores defraudados. Un país engañado. Y me bastaría añadir un Aleluya y serviría como letra complementaria de la canción de Luis Eduardo Aute.
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