La única disculpa que tiene la economía es que ya no existe. Con ella ha muerto el último dios creado por el hombre a su imagen y semejanza. Hablar de crisis equivale a llamar indisposición a un cadáver. Periclitan los estériles esfuerzos por reavivarla, los billetes de los planes de ayuda tienen el mismo efecto que arrojar confetti en un funeral. Si la comparamos con la única disciplina que le hacía la competencia, la economía se practica hoy con el mismo entusiasmo que el sexo dedicado exclusivamente a la reproducción.
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