Nunca pensé que ingresaría a mi madre en una residencia de la tercera edad. Siempre deseé que permaneciera a mi lado hasta el último momento, pero la realidad raramente respeta nuestra voluntad y nuestros sentimientos. Desconocía lo que hace la demencia senil con la mente humana. Ignoraba que borra los recuerdos, deforma las emociones, altera la percepción del tiempo y el espacio, menoscaba el lenguaje y rompe poco a poco los lazos con el mundo exterior.
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