Ese personaje que en medio de la calle, o en una carretera, nos pregunta que cómo puede llegar a tal sitio, está en vías de extinción. El GPS, con su pantalla a colores, sus instrucciones verbales y su precisión milimétrica, empieza a convertir a este personaje en una pieza histórica, del calibre de aquel otro que hace más de un siglo encendía con una pértiga, una por una, las farolas de la calle.
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