A uno no le parece esta práctica real demasiado alejada de la de algunos mendigos que usan a sus hijos para reblandecer las generosas almas cristianas y sus bolsillos. Los borbones sacan a su niña rubia cada cierto tiempo para afianzar una monarquía que vive horas bajas, para limosnear la simpatía de un pueblo que, a golpe de titulares y paseíllos judiciales, ha ido conociendo las miserias, comisiones, botsuanadas, bárbaras corinnas, balonmanazos, emeriteces y deslealtades de nuestra ejemplar borbonía.
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