Diciembre del año 1224. Tras varias jornadas de largas y duras cabalgatas, once hombres con semblante serio y piel curtida en mil batallas, se sientan alrededor de una hoguera improvisada. En las proximidades de la iglesia de San Miguel calientan sus cuerpos y vestiduras de la copiosa lluvia que esa noche los arrecia. No son miembros de una hueste cualquiera, todo lo contrario. Se trata de caballeros de la orden del Temple, soldados de la mano de Cristo Se decía de ellos que guardaban en sus memorias los secretos de los grandes tesoros .
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