La alternativa económica, sensata y racional, pasaría por fomentar la demanda interna a la par que se diseña un nuevo modelo productivo consistente con las necesidades sociales y ecológicas. Pero estaríamos hablando de una demanda interna no estimulada por el crédito, como hasta antes de la crisis, sino por la consecuencia de llevar a cabo políticas de redistribución de la renta y de la riqueza. Claro que eso implica tocar el dinero y el patrimonio a los más ricos, lo cual tiene consecuencias en el conocido terreno de la lucha de clases.
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