Allí sentado frente a mi tienda de campaña, mientras miraba extasiado el fluir del río Zambeze, escucho unos ruidos entre la maleza. De pronto, sale una hiena que cruza frente a mí, a menos de cinco metros, junto a la orilla. En otro momento supongo que me hubiera quedado paralizado, pero no en el parque de Mana Pools, donde uno acepta lo sorprendente como parte de la rutina. La noche anterior contemplamos, entre un grupo de campistas que usaban sus linternas, a un grupo de más de diez hienas que merodeaban en la basura.
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